miércoles, enero 28, 2009

Cuando todo está ya escrito...


Me iré despacio un amanecer
que el sol vendrá a buscarme temprano
Me iré desnudo, como llegué
Lo que me diste cabe en la mano
Mientras tú duermes deshilaré
en tuyo y mío lo que fue nuestro
y a golpes de uñas en la pared
dejaré escrito mi ultimo verso

Y a la grupa del terral, mi chalupa
de blanca vela peinará el mar
Qué soledad te vendrá a buscar?
Cuando me vaya
Cuando me vaya

Luna tras luna, llamándome
bajaras donde el azul se rompe
El viento te abrazará de pie
hurgando el vientre del horizonte
Una sonrisa se esfumará
rozando el borde de los aleros
Tu boca amarga preguntará:
para quién brillan hoy los luceros?

Y las olas sembraran caracolas,
arenas y algas entre tus pies
Los besaran y se irán después
hacia otra playa
Cuando me vaya

Me iré silbando aquella canción
que me cantaba cuando era un crío
un marinero lleno de ron
por si en verano sentía frío
Me iré despacio y sé que quizás
te evoque triste doblando el faro
Después la aldea quedará atrás,
después el día será más claro

Y ese día, dulce melancolía,
has de arrugarte junto al hogar
sin una astilla para quemar
Cuando me vaya
Cuando me vaya

miércoles, enero 21, 2009

La mamadre


La mamadre viene por ahí,

con zuecos de madera. Anoche

sopló el viento del polo, se rompieron

los tejados, se cayeron

los muros y los puentes,

aulló la noche entera con sus pumas,

y ahora, en la mañana

de sol helado, llega

mi mamadre, doña

Trinidad Marverde,

dulce como la tímida frescura

del sol en las regiones tempestuosas,

lamparita

menuda y apagándose,

encendiéndose

para que todos vean el camino.


Oh dulce mamadre

—nunca pude

decir madrastra—,

ahora

mi boca tiembla para definirte,

porque apenas

abrí el entendimiento

vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,

la santidad más útil:

la del agua y la harina,

y eso fuiste: la vida te hizo pan

y allí te consumimos,

invierno largo a invierno desolado

con las goteras dentro

de la casa

y tu humildad ubicua

desgranando

el áspero

cereal de la pobreza

como si hubieras ido

repartiendo

un río de diamantes.


Ay mamá, ¿cómo pude

vivir sin recordarte

cada minuto mío?

No es posible. Yo llevo

tu Marverde en mi sangre,

el apellido

del pan que se reparte,

de aquellas

dulces manos

que cortaron del saco de la harina

los calzoncillos de mi infancia,

de la que cocinó, planchó, lavó,

sembró, calmó la fiebre,

y cuando todo estuvo hecho,

y ya podía

yo sostenerme con los pies seguros,

se fue, cumplida, oscura,

al pequeño ataúd

donde por primera vez estuvo ociosa

bajo la dura lluvia de Temuco.


Pablo Neruda


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sábado, enero 17, 2009

INVENTARO I


En mi cuarto hay dos maletas. Una verde de tamaño medio y otra roja un poco más pequeña. Están vacías de cosas y cargadas de sueños. Tienen dentro todos los viajes a los que me han acompañado y también aquellos a los que vendrán conmigo en el futuro.
Si tuviera que ser un objeto inanimado creo que me gustaría ser maleta, porque lo único a lo que me dedicaría sería a viajar. Aunque ahora que lo pienso detenidamente, tal vez hay otros objetos que también viajan. He cambiado de idea. Si tuviera que ser objeto inanimado querría ser libro preferido. El libro preferido de alguien. Ese pequeñito que siempre lleva en los viajes largos para releer en la playa o en el avión, o en la habitación del hotel. Y de ese modo también sería viaje en mí misma, como lo son todos los libros, incluso los que no narran ningún viaje en concreto.
Siendo libro preferido además tendría de algún modo cierta relación con la persona a la que perteneciera. Como maleta, sería difícil que me tuviera algún cariño. Pero siendo libro, con el paso del tiempo, tendría más y más razones para no prestarme a nadie, para meterme la primera en la caja de cartón de la mudanza, para leerme en voz alta delante de alguien que le gusta o para leerme en silencio cuando no hay nadie a quien leer.
Pasaría el día en mi estantería codeándome con grandes como Cortazar, Shakespeare o Juan Ramón Jiménez. Y de cuando en cuando, aquella persona para la que soy especial me tomaría entre sus manos (cada vez con más cuidado conforme pasara el tiempo y me hiciera viejita, no me fuera a desencuadernar) y me abriría por sus pasajes preferidos. Aquellos que le parecen grandiosos, o los que desnudan su pena como si ella misma los hubiera escrito… El relato que habla de ella, o el poema que (Dios mío, y después de tantos años…) le pone los pelos de punta. Y yo podría entonces mirarle cara a cara y verle sonreír, o pasar las páginas nostálgico, o incluso alguna vez recoger entre las líneas de mi texto alguna lágrima que ya no importa si se llora, o no, o si alguien la ve algún día convertida en borrón…
Miro ahora, de nuevo, mis dos maletas cargadas de sueños y pienso en lo mucho que me gusta no ser un objeto inanimado y poder tirar de ellas por calles, aeropuertos, estaciones de tren, pasillos de hotel o casas ajenas. Y sonrío recordando la primera vez que las traje a esta casa, porque aquella primera vez no las llené de ropa ni artículos de aseo. Aquella primera vez mis maletas vinieron cargadas de libros preferidos.


(Dedicado a Pere, porque algunos de esos libros son preferidos gracias a él)

jueves, enero 15, 2009

GAZA

¡NO A LA GUERRA! ¡NO A LA MATANZA EN GAZA!

Como simple ser humano que siempre sintió como suyas las causas más elementalmente justas; como simple ciudadano argentino sobreviviente de un exterminio de 30.000 desaparecidos; como simple compañero de estas víctimas que pagaron con su vida haber soñado un mundo mejor; como simple judío que, con la memoria fresca de las laceraciones padecidas durante siglos, creyó y aún cree en antiguos legados de universal humanismo; como simple poeta que nunca pudo ni puede disociar la belleza de la verdad; como simple individuo que no olvida la existencia del otro para ser él mismo, NO PUEDO NI QUIERO PERMANECER EN SILENCIO. Convencido del derecho a la autodeterminación de todos los pueblos, sin ánimo de entrar en laberínticas disquisiciones políticas, evocaría la contundencia del hebreo de los Profetas para que estas palabras se impongan sobre la brutalidad de la masacre en Palestina, pero, simple entre los más simples, desde esta pequeña parcela de intimidad que es mi conciencia, quiero recordar al Gobierno de Israel –si el tronar de sus cañones aún no lo ha ensordecido definitivamente– que, como dice el Talmud, “salvar una vida es salvar un mundo”. De eso se trata: de salvar un mundo, este único y angustiado mundo que habitamos todos, que a todos pertenece y que hoy se llama Gaza.

Alberto Szpunberg

miércoles, enero 14, 2009

Sábado noche


La luz de una farola reflejada en un charco, solo es bella para la gente que pasamos el día cerca del suelo.