martes, septiembre 30, 2008

OH CAPITÁN MI CAPITÁN!!!


Vivir con un marinero no es fácil. Según la luna esté en cuarto creciente o menguante así sube o baja la marea de nostalgia a la mar en su corazón, esa mujer perfumadita de brea de la que es inutil sentirse celosa.

La casa es como un buque y cada habitación un camarote. Pero desde ninguna de sus ventanas se alcanza a divisar el mar. Por eso, cuando siente su ausencia demasiado, sube a otear el horizonte desde lo más alto del palo mayor en el terrat; se parapeta en su atalya de mimbre con orejeras y tomando un whisquito ve caer el sol sobre su Mediterráneo natal.

Yo le espero en la orilla, que no puede ser de la chimenea porque aún no tenemos pero nos sirve igual, y de vez en cuando le oigo bajar armando ruido y gritando excitado: "¡¡¡¡Por allí resopla!!!!" y espero ansiosa que me deje enrolarme en su expedición en busca de ron e indígenas amigables en las costas de la María o la Perla. A veces me quedo en cubierta haciendo de vigía mietras son otros los que se divierten, pero acato órdenes sin rechistar (demasiado). La verdad, siempre supe que estaba más cerca de Bartleby que de Acab... o eso creo. Aquí me encuentro no obstante tiñendo de azulón mis dedos.


El caso es que, por complicado que a veces parezca vivir en un barco que se enuentra en este 3º del barrio de Gracia, es lo mejor del mundo. Porque cada noche surcamos alguno de los 7 mares y nunca dejamos que nos aborden indeseables de cualquier ejército. Mi capitán es un gentilhombre de fortuna y yo izo su bandera negra cada mañana que amanezco a su lado. Y le soy leal, por decisión propia y por merecimiento.

miércoles, septiembre 24, 2008

SABINAS

El cielo se tiñe de añil y las nubes enormes pastan lentas como ballenas en busca de krill. Nunca antes había visto anochecer así. Como si el rincón del mundo en el que estamos fuera un lienzo que poco a poco oscurece su acuarela. Oigo el mar rompiendo en las rocas, está apenas a quinientos metros de la casa y desde la mesa en la que escribo puedo verlo aparecer detrás de las sabinas. Me he preparado un te que me caliente la nariz y los pies. Ha llegado irremediáblemente el otoño.
No es esto lo que esperaba de mi viaje y sin embargo, esta nueva isla que se me descubre salvaje y despoblada de habitantes estivales me gusta.
Es como la noche de luna que sigue al día. El frio necesario para entender el calor. La oscuridad que da sentido a la luz. Y una lluvia nueva. Por fín. Una lluvia nunca antes vista. Que no trae recuerdos de otras lluvias, de otros otoños y otros fríos en el alma.

Por la noche el viento solpla y el sonido del mar te arrulla. Vivimos en la casita de un tango o una milonga cantada en una taberna del puerto. De un puerto lejano en el que alguien llora al recordar una vela en la ventana. Un pequeño punto de luz en la inmensidad de la noche de salitre.

He descubierto cuál es mi animal salvaje preferido. El único que nunca nadie podrá domesticar.



El Mar.






Dedicado a todos los pescadores. Los que vuelven a casa y los que no volverán más.

sábado, septiembre 13, 2008

NUBES



A mi izquierda se abre la puerta de la biblioteca. Da directamente a los ventanales de la galería, y de allí a los patios vecinales. Desde donde estoy sentada escribiendo veo un cuarto de cielo de septiembre. Ni siquiera es un cuarto. Es apenas un rectangulito pequeño encima de uno de los tejados de enfrente. En él, se mueven rápidas nubes de lluvia que van a llover al mediterráneo. El resto de mi paisaje permanece inmóvil. Apenas se balancea en un mecer del viento que se lleva las nubes lluviosas. Pero el resto de lo que podría ser tan libre como esas nubes, no puede dejarse llevar. La ropa se mece en las cuerdas, prendida a ellas por las pinzas de madera. Y las ramas de las plantas de mi vecino, que se asoman al balcón, altas y esbeltas se deben a su tiesto y no son capaces de sentir unas piernas andantes bajo ellas.
Y yo, yo que podría, hace tiempo que no quiero volver a ser nómada. Me gusta el nido que encontré y siento que por fin dí con el sitio que andaba buscándome a mí. Así que prefiero quedarme. Al menos el tiempo suficiente para ver pasar todas las nubes que van a llover al mediterráneo. Me iré el día que no vuelvan las nubes a llover sobre su espejo.

miércoles, septiembre 10, 2008

MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS

Ahora que está tan de moda "Sexo en Nueva York", y como manchega madrileña que soy, reivindico "Mujeres al borde de un ataque de nervios" y a todas y cada una de las que SOMOS mujeres Almodovar.

Como la vida misma!
Viva el gazpacho!