sábado, enero 17, 2009

INVENTARO I


En mi cuarto hay dos maletas. Una verde de tamaño medio y otra roja un poco más pequeña. Están vacías de cosas y cargadas de sueños. Tienen dentro todos los viajes a los que me han acompañado y también aquellos a los que vendrán conmigo en el futuro.
Si tuviera que ser un objeto inanimado creo que me gustaría ser maleta, porque lo único a lo que me dedicaría sería a viajar. Aunque ahora que lo pienso detenidamente, tal vez hay otros objetos que también viajan. He cambiado de idea. Si tuviera que ser objeto inanimado querría ser libro preferido. El libro preferido de alguien. Ese pequeñito que siempre lleva en los viajes largos para releer en la playa o en el avión, o en la habitación del hotel. Y de ese modo también sería viaje en mí misma, como lo son todos los libros, incluso los que no narran ningún viaje en concreto.
Siendo libro preferido además tendría de algún modo cierta relación con la persona a la que perteneciera. Como maleta, sería difícil que me tuviera algún cariño. Pero siendo libro, con el paso del tiempo, tendría más y más razones para no prestarme a nadie, para meterme la primera en la caja de cartón de la mudanza, para leerme en voz alta delante de alguien que le gusta o para leerme en silencio cuando no hay nadie a quien leer.
Pasaría el día en mi estantería codeándome con grandes como Cortazar, Shakespeare o Juan Ramón Jiménez. Y de cuando en cuando, aquella persona para la que soy especial me tomaría entre sus manos (cada vez con más cuidado conforme pasara el tiempo y me hiciera viejita, no me fuera a desencuadernar) y me abriría por sus pasajes preferidos. Aquellos que le parecen grandiosos, o los que desnudan su pena como si ella misma los hubiera escrito… El relato que habla de ella, o el poema que (Dios mío, y después de tantos años…) le pone los pelos de punta. Y yo podría entonces mirarle cara a cara y verle sonreír, o pasar las páginas nostálgico, o incluso alguna vez recoger entre las líneas de mi texto alguna lágrima que ya no importa si se llora, o no, o si alguien la ve algún día convertida en borrón…
Miro ahora, de nuevo, mis dos maletas cargadas de sueños y pienso en lo mucho que me gusta no ser un objeto inanimado y poder tirar de ellas por calles, aeropuertos, estaciones de tren, pasillos de hotel o casas ajenas. Y sonrío recordando la primera vez que las traje a esta casa, porque aquella primera vez no las llené de ropa ni artículos de aseo. Aquella primera vez mis maletas vinieron cargadas de libros preferidos.


(Dedicado a Pere, porque algunos de esos libros son preferidos gracias a él)

No hay comentarios: