lunes, octubre 17, 2005

A mi padre...

Lo único que pensaba, aunque no creo que pensara jamás, era que su sombra y él, cuando se juntaran, se unirían como dos gotas de agua y cuando no fue así se quedó horrorizado. Intentó pegársela con jabón del cuarto de baño, pero eso también falló. Un escalofrío recorrió a Peter, que se sentó en el suelo y se echó a llorar.
Sus sollozos despertaron a Wendy, que se sentó en la cama. No se alarmó al ver a un desconocido llorando en el suelo del cuarto, sólo sentía un agradable interés.
-Niño -dijo con cortesía-, ¿por qué lloras?
Peter también podía ser enormemente cortés, pues había aprendido los buenos modales en las ceremonias de las hadas y se levantó y se inclinó ante ella con gran finura. Ella se sintió muy complacida y lo saludó con elegancia desde la cama.
-¿Cómo te llamas? -preguntó él.
-Wendy Moira Angela Darling -replicó ella con cierta satisfacción-. Y tú, ¿cómo te llamas?
-Peter Pan.
Ella ya estaba segura de que tenía que ser Peter, pero le parecía un nombre bastante corto.
-¿Eso es todo?
-Sí -dijo él con aspereza. Por primera vez le parecía que era un nombre algo corto.
-Cómo lo siento -dijo Wendy Moira Angela.
-No es nada -masculló Peter.
Ella le preguntó dónde vivía.
-Segunda a la derecha -dijo Peter-, y luego todo recto hasta la mañana.
-¡Qué dirección más rara!
Peter se sintió desalentado. Por primera vez le parecía que quizás sí que era una dirección rara.
-No, no lo es.
-Quiero decir -dijo Wendy, recordando que era la anfitriona-, ¿es eso lo que ponen en las cartas?
Él deseó que no hubiera hablado de cartas.
-Yo no recibo cartas -dijo con desprecio.
-Pero tu madre recibirá cartas, ¿no?
-No tengo madre -dijo él. No sólo no tenía madre, sino que no sentía el menor deseo de tener una. Le parecía que eran unas personas a las que se les había dado una importancia exagerada. Sin embargo, Wendy sintió inmediatamente que se hallaba en presencia de una tragedia.
-Oh, Peter, no me extraña que estuvieras llorando -dijo y se levantó de la cama y corrió hasta él.
-No estaba llorando por cosa de madres -dijo él bastante indignado-. Estaba llorando porque no consigo que mi sombra se me quede pegada. Además, no estaba llorando.
-¿Se te ha despegado?
-Sí.
Entonces Wendy vio la sombra en el suelo, toda arrugada y se apenó muchísimo por Peter.
-¡Qué horror! -dijo, pero no pudo evitar sonreír cuando vio que había estado tratando de pegársela con jabón. ¡Qué típico de un chico!
Por fortuna ella supo al instante lo que había que hacer.
-Hay que coserla -dijo, con un ligero tono protector.
-¿Qué es coser? -preguntó él.
-Eres un ignorante.
-No, no lo soy.
Pero ella estaba encantada ante su ignorancia.
-Yo te la coseré, muchachito -dijo, aunque él era tan alto como ella y sacó su costurero y cosió la sombra al pie de Peter.
-Creo que te va a doler un poco -le advirtió.
-Oh, no lloraré -dijo Peter, que ya se creía que no había llorado en su vida. Y apretó los dientes y no lloró y al poco rato su sombra se portaba como es debido, aunque seguía un poco arrugada.
-Quizás debería haberla planchado -dijo Wendy pensativa, pero a Peter, chico al fin y al cabo, le daban igual las apariencias y estaba dando saltos loco de alegría. Por desgracia, ya se había olvidado de que debía su felicidad a Wendy. Creía que él mismo se había pegado la sombra.