martes, enero 08, 2008

TRENES

Quiero llorar porque me da la gana, como lloran los niños del último banco... porque yo no soy un hombre, ni una hoja, sino un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Federico García Lorca.
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A veces lo único que me apetece es pensar en trenes, en trenes que se van. Después de ver pasar muchos de ellos desde el andén de una vieja estación, no hay sensación más hermosa que sentir que por fín vas dentro de uno... que te lleva a algún lado, dónde sea. Algún lugar precioso, simplemente porque es otro lugar.
Pensar en trenes es la libertad para mí. Tal vez porque siempre viajé en ellos. Me llevaron a mi futuro y me devolvieron al pasado cuando estaba herida y necesitaba curarme las alas, o el corazón. Cuando necesité volver a casa, a la que en algún momento sentí mi casa, viajé como una centella hacia ella. La imagen de Virginia Woolf en la Horas esperando el tren que la devolviera a Londres y a la locura, me conmovió. Y también el hecho de que por amor eligiera la muerte en vida que terminaría siendo la real. Tal vez el amor verdadero sea una enfermedad sin cura al fin y al cabo. Quizá cuando encuentras a alguien con quien viajar o quedarte en esta vida no puedas nunca más salir corriendo... y sabes que será recíproco. Ambos nos quedaremos siempre en el andén o subiremos juntos al tren, pero no despediremos al otro hacia un futuro sin nosotros.

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