martes, septiembre 30, 2008

OH CAPITÁN MI CAPITÁN!!!


Vivir con un marinero no es fácil. Según la luna esté en cuarto creciente o menguante así sube o baja la marea de nostalgia a la mar en su corazón, esa mujer perfumadita de brea de la que es inutil sentirse celosa.

La casa es como un buque y cada habitación un camarote. Pero desde ninguna de sus ventanas se alcanza a divisar el mar. Por eso, cuando siente su ausencia demasiado, sube a otear el horizonte desde lo más alto del palo mayor en el terrat; se parapeta en su atalya de mimbre con orejeras y tomando un whisquito ve caer el sol sobre su Mediterráneo natal.

Yo le espero en la orilla, que no puede ser de la chimenea porque aún no tenemos pero nos sirve igual, y de vez en cuando le oigo bajar armando ruido y gritando excitado: "¡¡¡¡Por allí resopla!!!!" y espero ansiosa que me deje enrolarme en su expedición en busca de ron e indígenas amigables en las costas de la María o la Perla. A veces me quedo en cubierta haciendo de vigía mietras son otros los que se divierten, pero acato órdenes sin rechistar (demasiado). La verdad, siempre supe que estaba más cerca de Bartleby que de Acab... o eso creo. Aquí me encuentro no obstante tiñendo de azulón mis dedos.


El caso es que, por complicado que a veces parezca vivir en un barco que se enuentra en este 3º del barrio de Gracia, es lo mejor del mundo. Porque cada noche surcamos alguno de los 7 mares y nunca dejamos que nos aborden indeseables de cualquier ejército. Mi capitán es un gentilhombre de fortuna y yo izo su bandera negra cada mañana que amanezco a su lado. Y le soy leal, por decisión propia y por merecimiento.

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