EN MADRID

Si miro a la izquierda veo por la ventana un par de gorriones volando sobre Madrid. Si miro al frente, un mapamundi que ocupa toda la pared me recuerda que estoy encerrada en un minúsculo despacho en una quinta planta de un edificio cualquiera de oficinas, mientras allá fuera se extiende un planeta entero por conocer… y me dan ganas de marcharme. Transformarme en gorrión y salir volando por la ventana y no parar hasta Argentina. Me iría a Argentina… o a Irlanda… o a Alaska…
Pero no soy un pardal y tengo que aprender a volar de otro modo. Podría volverme conformista, pero algo en mi interior se rebela contra esa idea… no es una opción a tener en cuanta. Lo siento. Soy capaz de aguantar, pero nunca de conformarme.
Esperaré pacientemente a las seis de la tarde y volaré por el subterráneo del metro hasta el centro abarrotado de la ciudad. Volaré entre las canciones que escucho en mi camino, entre la gente que me cruzo y nunca conoceré, entre las páginas de los libros que leo y en cuyas historias me encuentro conmigo misma. Todo habla de mí a mi alrededor. Y todo habla de ti también. De lo que no habla mi mundo es de aquello que no me aporta nada. Como este trabajo entre estas cuatro paredes.

Sé que me miento. A veces me miento porque cuando la cuesta es muy escarpada no podría subirla si no me dijera a mí misma que no lo es tanto. Me miento cuando me digo que ya no me acuerdo de ti o que no me importa que las cosas hayan ocurrido de este modo. Pero nunca me miento demasiado. No quiero perder para siempre la sonrisa… y una dosis demasiado grande de realidad la mataría de un disparo. Ya no hay nubes de algodón, pero tampoco se ha abierto el suelo bajo mis pies. Porque prefiero conservarme auténtica: llorar con ganas, reír con ganas…y amar con ganas. Y cuando no tengo muchas ganas de nada, salgo a dar una vuelta porque igual las encuentro al torcer una esquina, o en un bar una noche tranquila, sin habérmelo propuesto…

La musa siempre vuelve.