martes, abril 12, 2005

FORTUNA

Como cada noche de verano, al caer el crepúsculo sobre los olivos y el valle me dirigí hacia la cancela para echar la cadena que había permanecido todo el día escondida entre unos matojos, al lado de la piedra grande. Como cada noche anduve el camino de tierra que entre todos habíamos limpiado de piedras y rastrojos. Y mientras paseaba parsimoniosamente entre el cantar de los grillos y el olor de la jara, me sentí en paz bajo un influjo especial, como si mis pies apenas tocaran la tierra del camino, como si aquello que me rodeara no fuera más que un inmenso lienzo de color del mayor paisajista jamás conocido. Entonces alguien tiró de mi pantalón por detrás a la altura de la rodilla. Era mi hijo: - “¡Mira papi, la estellita Venus!...”.
Ciertamente es muy difícil ser feliz en esta vida. Ciertamente.




(A mi padre y mi hermano José Ramón)

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